Ciudades Textos

Recorrer las Constelaciones Urbanas de Blanca Moreno es atravesar una geografía de visiones. Amplias y aéreas, sus vistas de Bogotá tejen la imagen de una ciudad que se enciende bajo los ojos de la artista, atrayente e insondable en su inmensidad, Bogotá es presencia ineludible, tema de infinitas variaciones. Aparece detrás de cortinas de árboles, se pierde en el horizonte, resplandece con sus luces de colores y su fuerza centrípeta. Se despierta bajo el peso de densas capas de contaminación: se va apagando tenue, lejana, rítmica.

Blanca ha pintado a Bogotá desde donde quizás ningún artista lo ha hecho. Prefiere hablar de la ciudad desde los límites, como si allí, en donde las barreras naturales impiden su avanzada, se revelara su alma profunda. O se abandona al fondo ensordecedor de las calles del centro y descubre la terrible belleza que une la cotidianidad agobiante a la vida. Su mirada es sobre todo aérea. Escoge la distancia como estrategia de apropiación de un objeto que es por esencia caleidoscópico, inabarcable.

Se trata de un trabajo de grande osadía. “Pinto lo que podría ser una postal. Soy una mujer del siglo XXI que se deja maravillar por la luz eléctrica”, dice con ironía, Se necesita coraje para pintar lo que se ve en una época donde el Arte parece estar destinado a la elaboración, a veces monológica, de un lenguaje hecho de refinados conceptos, y rechaza como obsceno cualquier tentativo de representatividad de lo real. La obra de Blanca no pretende reivindicar ninguna verdad, pero defiende, pincelada por pincelada, la autenticidad de su visión.

… pero lo que emerge con persistencia es la búsqueda de la estructura cromática, que sostiene y re-crea el objeto del cuadro.

Hay que observar con atención los paisajes de Blanca Moreno para darse cuenta de que no son realistas ni descriptivos. No es esa la intención primordial, pertenecen a un género muy personal del paisaje. Reconocemos allí, es cierto, formas de nuestro entorno natural y urbano, pero lo que emerge con persistencia es la búsqueda de la estructura cromática, que sostiene y re-crea el objeto del cuadro. Es ése el sutil hilo de unión entre sus primeras obras, que exploraban los espacios de las catedrales góticas en Europa, y las actuales, producto de una investigación decenal de nuestras formas y colores.

¿Qué puede llevar a una artista contemporánea a interesarse por nuestros paisajes? ¿Qué la lleva a defender pacientemente su expresión? Sólo la consciencia profunda de la autenticidad de su búsqueda, la decisión de renunciar al nombre y convertirse en canal de conservación de la memoria y del reconocimiento del entorno. La pintura de Blanca es valiente. Se resiste a las clasificaciones. Poblando de árboles sus lienzos, hincando raíces con lentitud meditativa, desafía la brutalidad de la humanidad que avanza destruyendo, que desconoce y no ve. Con “Constelaciones Urbanas” Pone de manifiesto la poderosa y dramática belleza de esta ciudad. En el fondo, hay una confianza plena en el poder del arte, que se opone – y se puede oponer – al olvido, al desconocimiento, a la guerra. Con la humedad de las neblinas, la antiguedad de las rocas, la incandescencia de un atardecer en Bogotá.

Valentina Ariza.

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